.¿Qué espera que cambie después de las elecciones?

-Nada.
La seca respuesta de Gustavo Weiss, orador estrella del tradicional almuerzo del Rotary, habló de la distancia entre los empresarios de la construcción y el Gobierno. Weiss deslizó que era frágil, casi sin diálogo y se mide en magnitudes.
Mientras la Casa Rosada solo destina en su proyecto de Presupuesto 0,4% del PBI para invertir en infraestructura, para estos empresarios se necesitan solo para mantenimiento y evitar que se siga profundizando el deterioro al menos 3,7% del PBI por parte del sector público y otro 3% de los privados. Ese sector perdió 120,000 empleados entre 2023 y 2024. Ahora se estabilizó pero no se recuperaron los empleos.
Apoyado en fotos de época Weiss describió de manera simple lo que significó la infraestructura para aquella Argentina que fue granero del mundo, con el desarrollo de los ferrocarriles. los puertos las rutas y la infraestructura social que fue disparada a raíz de la epidemia de fiebre amarilla con la construcción de los hospitales y las redes de agua potable y cloacas. Y estuvo también Sarmiento con la construcción de escuelas como palacios del saber.
Quizás el mejor retrato de la actual situación de “decadencia” en ese tipo de inversiones, fue cuando contó que muchas de las cañerías que se instalaron hace 100 años son las mismas que usamos hoy. “Es decir, no ha habido renovación. Por eso la ciudad está permanentemente rota. Hay agujeros por todos lados, este es el drama de la no renovación de estructura. La infraestructura argentina es obsoleta”.
Weiss hizo hincapié en que con la creación de vialidad nacional en 1930 y el impuesto a los combustibles, empezaron a desarrollarse las rutas nacionales. “Y durante 20 años ejecutaron 40.000 kilómetros de rutas nacionales, que son las actuales rutas nacionales asfaltadas. Después hubo algunas ampliaciones, pero el grueso se ejecutó en ese momento y el país empezó a integrarse”. Y trazó una pintura actual: “las rutas argentinas no solo están deterioradas, son absolutamente obsoletas, tendrían que ser más amplias”.
Una ejemplo que trazó fue el de la Panamericana en la que se invirtieron US$500 millones en tiempos de Menem. “Se generó una ciudad lineal que va desde desde Buenos Aires, llega Pilar para un lado, Escobar por el otro y se generaron miles y miles de millones de dólares de inversión en vivienda, en hospitales, en industrias, en oficinas. Eso lo lo posibilitó una inversión de solamente 500 millones de dólares. Siempre decimos que la construcción es madre de industrias”.
Y ejemplificó: “El uso de la infraestructura hace que se deteriore o se amortice en 4% por año. Eso significa sobre la base de la infraestructura actual perdemos 25.000 millones de dólares por año por amortización”.
Consultado acerca de cómo funciona en el mundo, soltó que el 85% de esa inversión corresponde al Estado en sus tres niveles, nacional, provincial y municipal. “Y esto es así porque en la mayoría de la inversión en infraestructura no hay rentabilidad para el privado”.
-¿Qué se necesita para el 15%?, insistió Mariño.
-Atraer a la inversión privada y hay que darle rentabilidad, seguridad jurídica, acceso a los mercados de capitales de largo plazo, todas condiciones que Argentina no cumple.
Hacia el final, se le preguntó si se acordaba de la última gran obra. Le costó en medio de un murmullo en la sala, cuando le soplaban el Gasoducto de Vaca Muerta, el Metrobus o el Paseo del Bajo.
Weiss, ingeniero de profesión, al frente de la constructora Eleprint que fundó su padre en La Plata podría haber citado el estadio único de esa ciudad que él mismo construyó.